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La evolución natural de la IC perjudica a otros órganos, pero sobre todo al riñón ya que ambos presentan una dependencia directa.[1][2]
Uno de los efectos de dejar el trataiento de la IC es la disminución de su calidad de vida, esta presenta un mayor deterioro en comparación con otras enfermedades crónicas. Su impacto radica en las nuevas limitaciones que se presentan en su vida diaria y los efectos físicos y emocionales que provoca.[3][4]
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La baja adherencia al tratamiento farmacológico o no farmacológico podría deberse a la polifarmacia, la déficit de información, la deficiente comunicación y el mal autocuidado. Estos causan que los pacientes no tengan un buen cumplimiento en los regímenes de tratamiento.[7][8][9]
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- Atención descoordinada, falta de continuidad de atención a los pacientes.
- No son atendidos por el mismo equipo de profesionales.
- Limitaciones del tiempo en las citas médicas. [12]